lunes, 5 de mayo de 2008

Cuentos Bizarros

Ni el tiro del final te va a salir

La noche fría se hacia presente una vez más, el silbido del viento entraba por el vidrio roto de su habitación, al mismo tiempo que la lluvia empañaba la precaria ventana.

Bajo una tenue luz, Omar leía a Cortazar mientras mordía una manzana y la escupía bajo la cama cuando el sabor amargo y podrido lo asqueaba. Porque amargo era el trance que él llevaba como vida, y también estaba podrido de ser pateado constantemente por la esquiva fortuna.

Todo me sale mal! Esa era la frase característica de este electricista rosarino, un moreno de pelo largo y con tatuajes en todo el cuerpo. Miraba el techo y advertía otra gotera más. Afuera un vendaval, adentro un torbellino de resignación. El libro de cuentos llegaba al final y parecía que tras 25 años la vida de Omar Arnaldo Carracedo estaba llegando a su epílogo espiritual. Revolvió unas cajas y sacó un cassette pirata en el que grabó la memorable actuación de “Los Palmeras” cuando telonearon a Pink Floyd en Obras. Mientras sonaban los timbales, por atrás se oía una metálica trompeta que anunciaba el Apocalipsis mental. Más nerviosismo por no hallar lo que buscaba. El sudor frío de su frente le dijo: “ahí está, tómala”. Era una Magnum calibre 38 que relucía un brillo que se reflejaba en sus ojos. ¿Y ahora qué? Fue hasta la heladera, la desenchufó, (porque pateaba más que el flaco Schiavi) se sirvió un fernet bien frío y tomó coraje.

Todo estaba dado, solo tenía que apretar el gatillo, pero como también todo le salía mal, algo sucedió. Golpean la puerta y entra su tío Alfredo, con mezcla de preocupación y angustia lo mira a los ojos y dice: “¿Omar, vos me agarraste el cortauñas?”

“No tío, no jodas, ¿no ves que me estoy por suicidar y vos venís con esa pelotudez?” Respondió el joven entre risas y llantos.
“Perdoname, ahora voy a la ferretería y me compró otro, acompañame que te va a hacer bien” dijo convincente Alfredo.

Los dos fueron hacia el comercio ubicado en la esquina neurálgica del barrio a metros de la estación de trenes. De pronto, un aura y una música angelical se presentaron en medio de la vía pública. Era nada más ni nada menos que el Negro Palma, a quién Omar Arnaldo le debía su nombre debido al fanatismo de su padre por esta eminencia de Rosario Central. Omar de niño se había pasado noches enteras quemándose las retinas viendo videos de jugadas deliciosas que este astro esparció sobre el campo de juego.

Enceguecido por su idolatría cruzó sin mirar la calle en busca del anhelado autógrafo, cuando un Mercedes Benz 1114 lo embistió y lo trasladó a terapia intensiva de un hospital cercano.

Increíblemente, ante tal accidente, solo necesitaba de un transplante de páncreas para sobrevivir. Dejando muestra de su hidalguía, el ex futbolista canalla ofreció su órgano, pero no sabía que algo podía salir mal. El querido Negro Palma no resistió la operación, tal fue la indignación y tristeza, que su fan club destrozó todas las instalaciones y luego incendió por completo el nosocomio rosarino, solo en busca de venganza.

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